Tras días de
tempestades en el mar y en tierra, apuntó una ligera mejoría y dejó de llover.
Como ya estábamos ansiosos por reiniciar nuestras excursiones micológicas, no
lo pensamos más y salimos a provechar aquel primer domingo de sol de mediados de
febrero.
El día era muy
claro, ni una nube en el cielo. El sol brillaba en las laderas de los montes y
sobre los mares de niebla suave como de algodón que se alargaban cubriendo los
valles que íbamos dejando atrás entre Gijón y Noreña.
La belleza del
paisaje y el estímulo que proporciona la frescura de las primeras horas de la
mañana de los días soleados, sobre todo, si se disfrutan al aire libre, nos
hacían ver los saúcos cargados de orejas de Judas sin haber llegado a ellos.
Teníamos
la idea de recorrer la cuencas de los ríos Piloña y Sella buscando aumentar
nuestra lista de sitios conocidos con orejas
de Judas y morchelas (colmenillas).
Comenzamos la exploración en los alrededores de Nava. Visitamos riachuelos y
lugares muy apropiados para setas. En esta ocasión, con poca humedad y los
prados blancos, escarchados, la temperatura rondaba los cero grados, encontramos
algunas orejas pequeñas y ya estropeadas, resecas por el frío. Morchelas
ninguna.
Dejamos
estos lugares convencidos de que allí no encontraríamos nada interesante. Lo
visto nos dio tema de conversación. Debatimos sobre las condiciones ambientales
que habíamos encontrado. Las lluvias habían sido abundantes en toda Asturias y
el invierno tan desapacible de este inicio de 2014, no estaba resultando frio,
que se diga.
Poco
a poco caímos en la cuenta de que había llovido torrencialmente, en tormentas y
chubascos, no la lluvia suave y persistente de otros inviernos. Por otra parte,
la sensación que teníamos de tantos días malos era producto del mucho viento en
bastantes días de tormenta y en días en que soplaba fuerte del sur.
Sea
por estas causas o no, el caso es que otros lugares que visitamos en nuestra
ruta hacia el Este los seguimos encontrando bastante secos, prácticamente sin
setas. Digo prácticamente, porque el afán de encontrar alguna seta nos llevó a
remover los troncos y ramas tronchados que abundaban por el suelo.
Fue
una buena idea, que no debéis echar en saco roto para cuando se os presenten
ocasiones similares. La parte de las ramas en contacto con la hierba guardaba
humedad y nos proporcionó un buen puñado de ejemplares de orejas de Judas.
Al colocar las
setas en las cajas que disponemos en el maletero del coche observamos un par de
ejemplares ligeramente diferentes. Más que de distinta especie daban la
sensación de ser orejas de Judas en no muy buen estado. Continuamos debatiendo
la cuestión sin llegar a decidir si estábamos ante una especie diferente, orejas
de Judas de una variedad distinta a la habitual o simplemente en mal estado.
Las dejamos en una caja aparte para tratar de llegar a una conclusión más tarde.
No nos dimos por vencidos y tuvimos premio.
Algunos
racimos de prímulas y de narcisos anunciaban la primavera. En seguida comprendimos que
eran flores muy madrugadoras pues el aspecto de los fresnos y otros árboles compañeros
de ribera, completamente desnudos, nos confirmaba que vivíamos un agradable paréntesis
en el invierno. Estamos convencidos de que mientras los árboles no tienen
hojas, no aparecen las setas con las que están asociados. No nos extrañó, por
tanto, seguir sin ver las primeras morchelas, que eran nuestro principal
objetivo. Nosotros como aquellas prímulas éramos demasiado madrugadores.
Continuamos la
excursión y visitamos el río Sella. Encontramos las mismas condiciones que en los lugares anteriores incluso menos humedad
y obtuvimos los mismos malos resultados. Era hora de tomarnos un descanso así
que nos paramos a tomar algo en Triongo, en el Restaurante El Llosu. Allí nos
atendió Lorena con el esmero y simpatía de siempre. José, su marido, había localizado
unas setas cerca de allí. Este hallazgo dio pie a una animada conversación en
la que intervinieron también algunos clientes atraídos por la micología. El
mundillo de los aficionados a las setas se ha hecho un mundo en estos últimos
años. Que sea para bien.
Reanudamos la
excursión y visitamos, en las orillas del río Sella, varios lugares próximos a
la vega por la que el río discurre hasta su desembocadura. El terreno, llano,
sin sitios protegidos del viento, se veía seco. Nos habían comentado que en
aquella zona predominaron los chubascos de poca extensión, repartidos muy
irregularmente y no tan abundantes como en la costa.
La situación
no era muy halagüeña por lo que nos esforzamos en localizar algún lugar que nos
proporcionara si no morchelas, al menos orejas de Judas. Dicho sea por la
satisfacción de conseguir las primeras colmenillas del año más que por su diferencia
gastronómica.
Las
colmenillas son muy apreciadas como ingredientes principales sabrosos en
numerosas recetas caseras. Sin embargo no venían siendo habituales en la cocina
de restaurantes. Quizá por ser latosa su preparación para prevenir los
problemas digestivos que pudieran llegar a causar.
Son numerosos
los artículos sobre los problemas que puede causar la colmenilla, lo que es prueba
de su gran popularidad en la cocina. Parece definitivamente establecido que el
mejor método para evitarlos es desecarlas y rehidratarlas con leche o con agua
cuando se vayan a cocinar.
Es muy común el
procedimiento de cocerlas bien y desechar el agua antes de cocinarlas. Esto no
ha evitado que habiéndolas consumido anteriormente sin problemas, se sufrieran
diarreas y otros trastornos al consumirlas en una ocasión posterior.
Las orejas de
Judas son setas con escaso sabor pero muy nutritivas. Son utilizadas frescas,
hidratadas o secas en salsas y troceadas como guarnición para carnes y
pescados. Al igual que otras setas, rehidratadas intensifican el sabor de los
guisos, así que es una buena opción conservarlas secas. Cada vez son más
consumidas en Europa pero es en Asia donde su consumo es muy común.
Dicen que
quien persiste triunfa y así fue. Localizamos las orejas de Judas y cogimos suficientes
como para irnos a comer contentos, animados pensando en que la excursión seguía
abierta.
He de decir
que seguimos recurriendo al sistema de levantar del suelo troncos y ramas lo
que es un tanto pesado. No todas las setas localizadas están en sazón. Observas
que no es simplemente deshidratación porque tienen un color negruzco como de
zona quemada que se extiende desde los bordes.
Comprobábamos
con detalle las setas que acabábamos de coger y aparecieron algunos ejemplares ‘raros’,
híbridos, muy semejantes a los que teníamos reservados desde la mañana.
Los ejemplares
cogidos removiendo troncos caídos suelen estar bastante sucios de tierra y
yerba que ocultan algunas diferencias. Así que las limpiamos con cuidado y, en
algunas piezas en muy buen estado, quedó definitivamente claro que una de sus dos
caras recordaba a la superior de la Trametes hirsuta y la otra cara era de la
oreja de Judas.
Consultamos
las guías de campo, contrastamos detalles y nos convencimos de haber encontrado
la Auricularia mesenterica (falsa tremela). Tan sólo en una ocasión encontramos
esta especie en todo nuestro tiempo de ‘seteros’. No tenemos noticias de
nuestros amigos colegas de haberla encontrado por lo que entendemos que son setas
difíciles de localizar aquí en Asturias. Supongo que, como nosotros en aquel
momento, alguna vez habréis experimentado la alegre sensación de triunfo vivida
en ocasiones como esta.
Con buen humor
por la satisfacción de una cesta bien nutrida en todos los aspectos y un sol
espléndido que realzaba la belleza de aquel paraje bello de por sí, nos
dedicamos a pasear y a hacer fotos. Algunas de ellas las envío a la sección de
fotos del blog.
Cuando el
estómago nos avisó, salimos para la Rasa de Villaviciosa a almorzar. Estaba el
comedor hasta la bandera pero, muy atentas las encargadas, nos prepararon una
mesa y cómodamente nos comimos el bueno y abundante menú de San Valentín de
aquel domingo. Nos vino muy bien pues las horas de caminata nos habían abierto el
apetito.
Aún tuvimos
tiempo para una agradable sobremesa y otra pequeña excursión por allí cerca
para bajar la comida. Aquel día soleado animaba a caminar por el campo. Vencimos
la pereza y nos pusimos en marcha. Quizá tuviéramos suerte y consiguiéramos
alguna seta interesante. No fue así, no encontramos nada. El terreno estaba muy
seco. Dimos por terminada la excursión y regresamos a Gijón. Nos repartimos
gastos y conquistas, quedamos para vernos otro día y seguidamente cada mochuelo
a su olivo.
Las primeras
morchelas tardaron un mes en aparecer. Escribo esto a primeros de mayo y aún se
siguen dando. Esta incertidumbre en su aparición es un acicate más para salir
al campo en busca de las setas preferidas.
Un saludo
cordial a todos y buena suerte en esta campaña de primavera.
Manuel G. D.
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