Excursión por los Oscos

A mediados de noviembre Rosa, Ken, Juan y yo (Manuel) fuimos a setas a los Oscos, ya sabéis, en el occidente de Asturias. Teníamos ganas de disfrutar de una jornada por esa bella comarca, recorrer caminos, encontrarnos con nuestros amigos y recolectar setas. Había llovido a principios de semana y pensamos que, pasados ya dos días, tendríamos oportunidad de coger las suficientes.

Encontramos la zona con la superficie muy húmeda pero no localizamos lo que preferíamos encontrar, boletos y níscalos. No llovió en toda la jornada y nos movimos sin inconvenientes por varias zonas aunque sin resultado positivo, a no ser unas cuantas macrolepiotas excelentes completamente abiertas.

Como en ocasiones anteriores por los Oscos, disfrutamos de una agradable comida en Santa Eulalia en Casa Diego, con una corta sobremesa para aprovechar en el monte las pocas horas de luz de la tarde.

Fue antes de llegar al monte que encontramos cerca de la carretera un grupo de Coprinus comatus bien desarrolladas pero que, lamentablemente, estarían incomestibles y hechas tinta china al final del día. Sería muy útil conocer un método de conservarlas que alargara su efímera vida.

Seguimos camino y pronto localizamos bajo un espeso manto de hojas de castaño, un grupo de hermosas pardillas (Clitocybe nebularis) y no lejos de allí unas pocas “pie azul” (Lepista nuda).

El hecho de encontrar en estado adulto algunas especies nos hizo pensar en el tiempo que ha de transcurrir desde los días de lluvia hasta que la seta aparece y en la velocidad a la que se desarrollan. Las que encontramos diría yo que son prontas en aparecer y en desarrollarse. Ya dentro del bosque solo encontramos un par de pequeños grupos de ejemplares nacientes de lengua de gato (hydnum repandum) por lo que pienso que ésta es más tardía en aparecer y más lentos aún lo serán boletos, níscalos y rúsulas, de los que no vimos ni rastro. Quizá sean estas especies tan populares las que han dado lugar a la opinión muy extendida de esperar diez o quince días después de las lluvias para que aparezcan las setas. Todo esto supeditado, además, al estado del terreno al presentarse las lluvias, pues una sequía prolongada, vientos y otros fenómenos meteorológicos pueden impedir su nacimiento, como hemos comprobado este año varías veces.

La recolección lograda en esta ocasión nos permitió a los cuatro cenar un
sabroso plato de setas. Yo me animé a hacer un plato fácil y muy popular, el cachopo de lepiota. Por mi falta de pericia, unas veces me queda la lepiota quemada por fuera y cruda por dentro y otras quemada por todas partes y aceitosa. Pero en esta ocasión, siguiendo los expertos consejos de Rosa y Ken, me quedó muy bien. Sus indicaciones fueron: poco aceite y de girasol, no dejar que el aceite se caliente mucho en ningún momento, apretar con suavidad la lepiota contra la sartén mientras se fríe. No hacer una cara completamente de una sola vez sino alternativamente una y otra cara en varias veces.

Cuando la lepiota es grande es preferible trocearla en dos o en cuatro trozos pues es más fácil de conseguir un buen resultado. Así lo hice y quedé encantado, tanto por conseguir un rico cachopo como por tener éxito con un plato que se me negaba. 

Una estupenda jornada de setas que confiamos repetir y que os deseo tengáis también vosotros amigos aficionados a las setas en vuestras salidas.
Gijón, diciembre 2017.
Manuel Glez. Diego.

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