Historias de un micologo en acción



Esta es una anécdota que siempre suelo contar en casi todas mis charlas y que, como dicen en muchas películas, está basada en un hecho real.

Sucedió como sigue: llegaba yo un lunes de octubre de hace unos años a la reunión que tenemos en la Sociedad Micológica de Madrid durante el otoño para identificar y explicar las setas recolectadas por los compañeros durante el fin de semana.

Después de aparcar frente a la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense, en una de cuyas aulas nos juntamos, al entrar en el hall, observé que dos compañeros de la SMM discutían más o menos acaloradamente.

El motivo de su discusión no era otro que una seta de color verdoso, que uno de ellos enarbolaba en la mano. ¡¡¡Es una Russula heterophylla!!!, casi gritaba uno de ellos, ¡¡no, es una cyanoxantha!! le increpaba el otro.

Al principio no reparé mucho en la seta objeto de la polémica, pero según me iba acercando a ellos, e iba entrando el hongo en mi campo de visión, ¡¡se me empezaron a poner los pelos (los pocos que me quedan) como “escarpias”!!, al darme cuenta que la famosa seta sobre la que disentían mis compañeros, no era ni heterophylla, ni cyanoxantha, ni siquiera virescens, ¡¡era la mortal Amanita phalloides!!.

Rápidamente me acerqué para sacarles de su error, no fuera que tuvieran intención de comérsela, al ser las Russulas objeto de la controversia,  comestibles.

¿Cuál había sido el fallo de los compañeros para cometer tan craso error?. Pues uno que cometen muchos aficionados a la micologia, cual es cortar las setas. En este caso, cortaron la Amanita phalloides por la parte alta del pie, con lo cual, eliminaron dos de los caracteres importantes que hubieran permitido diferenciarla claramente de las Russulas: la volva y el anillo.

Y ahora viene la moraleja de esta historia ¡¡NUNCA SE DEBEN CORTAR LAS SETAS!! , sobre todo si no las conocemos y las vamos a llevar para identificarlas nosotros o a que las vean expertos de alguna sociedad micológica.

Arrancándolas con cuidado, no se hace daño al micelio subterraneo del que se ha formado el cuerpo fructífero. Para entenderlo mejor, siempre ponemos el ejemplo de la manzana madura que cogemos del árbol sin causarle a este ningún daño, pues igual con las setas, siendo el cuerpo fructífero la manzana y el micelio, el árbol.

 

Juan Carlos Campos

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