UNA DECISION POCO MEDITADA


La temporada de setas de primavera toca a su fin y el gusanillo me aprieta a salir al campo a pesar de mi tozuda lesión en un pie que me tiene, desde hace meses, en dique seco.
Juan y Ken siempre están dispuestos y nos pusimos de acuerdo para salir el pasado jueves día 13/06/2013. Comenzamos hablando de una excursión por Asturias en busca de la seta del verano, elrebozuelo (Cantharelluscibarius).El buen tiempo no acaba de llegar y–ya se sabe- por mucho madrugar no amanece más temprano. “Quizá nos estemos adelantando a la temporada”–comenzamos a pensar. Por otra parte, bien podíamos enderezar el presumible mal resultado de la excursión dando con las últimas corras de setas de primavera. Esto nos convenció.
El jueves amaneció lloviendo. Vuelta a las dudas sobre nuestro destino más apropiado y en seguida surgió la idea de León. La elección preferida es La Mata.Pero mejor no ir. Nuestro coche es muy bajo y los golpes en los bajos y alguna avería eran de esperar.

El coche rodando y sin terminar de decidirnos, pero ya estábamos encaminados hacia León.Decidido. Solución fácil, a Camposagrado.  Como siempre ocurre cuando las decisiones son de compromiso, enseguida aparecen los peros. Seguro que encontraríamos el Boletuspinicola pero no en muy buenas condiciones. Teníamos referencias de que se estaban recolectando,casi todos,picados. Y claro, a medida que avanza la temporada el problema se agrava.

Ya cerca de destino vuelven las dudas. Mejor que coger boletos picados será dirigirnos hacia el Oeste de la Magdalena en busca de los robledales. Allí tendríamos probabilidades de encontrar cantarelas (rebozuelos, es difícil que aparezcan picados) y también el boleto reticulado de verano (Boletusaestivalis) además delB. pinicola.
Dicho y hecho. En la última curva giro a la izquierda a coger la carretera que bordea el embalse de Omañas. Cerca de Andrados, vemos los primeros robles melojos. Un lugar estupendo para hacernos con las primeras setas pero que encontramos muy seco, al igual que los numerosos bosques de melojos que bordean esta ruta.

Más adelante nos detuvimos en un robledal muy accesible desde la carretera. Nos adentramos en él y enseguida conseguimos las primeras setas. Unos pocos pinicolas con buen tamaño en excelentes condiciones y otros de gran porte, preciosos a la vistaaunque blandos, pasados. Cantarelas no vimos ni una y tampoco boletos de verano pero estábamos muy animados con aquel inicio.Más aún pensando en las expectativas que nos deparaba el enorme pinar al que daba paso el pequeño bosque de robles ya recorrido.

Un pinar enorme y sin setas. A su favor que se anda con suma facilidad. Es llano como la palma de la mano y húmedo. Recorrimos varias parcelas y nada. Para ser exactos, salimos de allí con otro pinicola que se alzaba firme, vistoso y solitario.
Convencidos de que se repetiría el éxito inicial nos dirigimos, carretera adelante, en busca de nuevos bosques y llegamos a las proximidades de Villarmeriel. Allí se entremezclaban robles y castaños con pinos. Preferimos los robles y acertamos. Conseguimos unos cuantos pinícolas, rúsulas y rubescens excelentes.Rebozuelos ninguno.

El buen estado de los ejemplares recolectados no dejaba de extrañarnos.Nos movíamos envueltos en una miríada de insectos voladores de todo tipo, moscas, mosquitos y otros que desconozco completamente que podían ser. No recuerdo picores sino fastidio por su proximidad y contacto que, ni con el repelente que nos aplicamos ni blandiendo nuestrasgorras conseguíamos evitar. Que aquellas setas, que estaban bien desarrolladas, resistieran el ataque incesante de tantos vecinos voraces, parece un milagro.
Desconozco si la recolección de setas es uno de los remedios de cura que se recomiendan a quienes padecen de inapetencia,si no lo es debería serlo. Tanto caminar, agacharse, levantarsey que la hora de almorzar había llegado, nos dejó hambrientos.

Contentos por lo conseguido nos dedicamos a buscar, por aquellos contornos, el restaurante del que Juan y Ken tienen buen recuerdo desde hace tiempo. Convencidos de que ya no lo localizaríamos, nos detuvimos en el aparcamiento de una casona con buena pinta en Quintana del Castillo. Casa Magada ponía a la entrada. Otro rótulo nos llamó la atención:arrocería.
Es un edificio de estilo rústico, bien acondicionado, en el que Domingo y su familia sirven sabrosos platos de la zona y de su tierra, Alicante, de ahí lo de arrocería. Con muy buena idea, a estos platos tradicionales añaden otros a base de setas de temporada que Fran –su yerno- se encarga de recolectar y de presentar a los comensales para que aprecien el producto que degustan. Todo esto, unido a sus precios módicos, nos sentó de maravilla.
Tuvimos ocasión de completar la comida con una amena sobremesa en la que Fran nos puso en antecedentes de sus ideas para Internet. No hablaré hoy de recetas pues el propio Fran se ofreció a escribir al blog y presentar alguna de sus recetas, preparadas con esmero por su mujer Naiara y su suegra Rosario. Es posible que se me haya adelantado pues no voy muy ligero a la hora de contar nuestras andanzas.

Durante la sobremesa hablamos también de las setas de la zona y entonces, caímos en la cuenta del porqué de los malos resultados obtenidos en cuanto a los rebozuelos. En determinado momento de la conversación Fran nos contó que aquellas tierras son bastante ácidas por lo que escasean por allí las tan buscadas setas de San Jorge. Y por la misma razón, no se encuentran cantarelas. Los boletos comestibles, amanitas rubescens, russulasvirescens y otras setas excelentes se prodigan en cortos periodos de tiempo varias veces durante la temporada.Llegas un día y no coges nada y en otra ocasión haces el día. Supongo - y lo dejo en el aire a la opinión de mejores conocedores que yo- que se deberá a los cambios meteorológicos rápidos propios de la zona. Chaparrones seguidos de sol ardiente, días calurosos, noches  frías, ambiente seco… no favorecen la aparición continua de setas.
Después de dejar Casa Amagada tuvimos tiempo y ganas, de adentrarnos en un prometedor robledal  con más figura que hechos.La verdad es que nos encontrábamos bastante ligeros para ser después de comer.Pasamos a un pinar que hacía pensar en el monte ideal y conseguimos algunos pinicolas que tuvimos que recortar para eliminar las partes picadas.
A esa hora el sol calcinaba cuanto tocaba y no era plan de seguir haciendo gimnasia. No teníamos una gran cosecha pero suficiente para sentirnos satisfechos. Nos tomamos un corto descanso sentados a la vera del bosque disfrutando de su saludable ambiente y del relajante panorama que desde allí se divisaba. Siguió el regreso,unapausa en ruta y hasta Gijón con un final de tarde asturiano fresquito y con orbayu.
Espero que para completar esta agradable excursión Fran nos sorprenda con una receta sabrosa y al alcance de todos.

Un cordial saludo y hasta la próxima.

Manuel.


 





 

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