El culto a Gaia.


Pasear por un bosque, buscando setas, buscando conocer el mundo de las setas, tiene un significado muy  diferente  del habitual. La asociación  hongo / árbol, a pesar de su importancia, es algo absolutamente desconocido, incluso para los propios propietarios de los bosques, aunque los seteros conocen bien. Es cierto que los hongos pasan completamente desapercibidos para “casi” todo el mundo, y que su costumbre de asomarse a la superficie muy de tarde en tarde (muchos más de lo que nos gustaría),  y de aparecer de forma aparentemente aleatoria en el tiempo y el espacio, es perfecta para vivir en el anonimato.

¿Qué importancia tiene de verdad ese mundo de finos micelios subterráneos que suponemos vive bajo nuestros pies, y cuyos frutos buscamos con interés? ¿Qué significa para los árboles?  ¿Con cuántos arboles se asocia un hongo, o se puede asociar? Y al revés  ¿con cuántos hongos  distintos puede formar microrrizas un único árbol? ¿Qué tamaño tiene un hongo? ¿Cuánto tiempo vive? Pasear por el bosque conociendo la respuestas, tiene un significado muy distinto.

El setero, sabe perfectamente que hongos y árboles forman asociaciones simbióticas de beneficio mutuo, y que junto a los arboles microrrizados siempre podrá encontrar setas. Sabe también que los hongos viven muchos años, tanto como los árboles o incluso más, sabe que un árbol puede asociarse con muchos hongos diferentes, sabe que un ismo hongo puede extender su micelio sobre una gran superficie y unir de esa forma muchos árboles dispersos, sabe que los hongos forman una red subterránea que comunica entre sí unos árboles con otros y de esa forma convierte a todo el bosque en un conjunto de seres vivos conectados todos como si fueran un único e inmenso organismo viviente.

Hace algunos años, Assimov, un escritor de ciencia ficción, creó un  relato en el que todo un planeta era un único ente vivo. La idea hizo fortuna entre algunos ecologistas avanzados, que instruyeron que todos los seres vivos nos relacionamos unos con otros al igual que los hongos con los arboles de un bosque. Algunos de estos, deseosos de encontrar nuevos dioses, a los que reverenciar, entronizaron a Gaia como nuevo objeto de culto. Gaia tiene hoy su religión y su liturgia. Sus sacerdotes ecologistas han interpretado  sus deseos y decidido (como siempre ocurre) qué es lo que bueno y qué es lo que es malo para Gaia: de esta forma, el fuego es malo, la sequia es mala, el humo es malo, el ácido es malo, el hombre es malo, sin embargo el agua es buena, la lluvia es buena, las selvas son buenas, los bosques son buenos. Esos sacerdotes transmiten a su culto sus propios prejuicios e inercias culturales. Para Gaia, el fuego, el hombre, la sequia, etc., etc., forman parte del conjunto igual que el agua o el aire limpio. Todo está conectado subterráneamente como en el caso de los hongos.

Artículo escrito por Juan Antonio de la Rica

No hay comentarios:

Publicar un comentario